Cruz da Touza
Como expresa San José Alonso en su obra Arquitectura Religiosa en Sanabria, «la presencia religiosa se significa por medio de la existencia de obras de pequeña entidad, constituídas por cruceros y limosneros, que confieren un cierto sentido religioso al espacio que se encuentra en su entorno. Su situación, en las uniones de caminos y en los lugares de paso frecuente indican el permanente substrato de lo religioso dentro del mundo rural, donde se desarrolla una cultura basada en la transmisión oral de padres a hijos, para la que los símbolos tienen una especial importancia como recordatorio y manifestación de unas determinadas creencias o acontecimientos que establecen los vínculos y tradiciones comunes».
La cruz recuerda al caminante la presencia sagrada, de este modo los lugares de culto (iglesias y ermitas) adquieren una prolongación en los caminos y los campos, como expresión de una fe ampliamente extendida en la cultura popular. El objetivo principal es la incitación a la oración ante el símbolo redentor.
Dependiendo de la función y significado de las mismas encontramos en el municipio cruces de caminos, cruces de bendición de campos, humilladeros, y recordatorias del lugar: de un fallecimiento repentino o accidental (A Cruz do Manuel, en realidad se trata de una estela), ante iglesias (Hermisende, Castrelos y Castromil), ante o dentro del cementerio (en los mismos casos señalados) y víacrucis.Se documentan cuatro cruceros de piedra en el municipio, tres vinculados a la Iglesia (Castromil, Castrelos y Hermisende) o al cementerio como recordatorios del lugar, y un humilladero situado en el núcleo urbano en un cruce de caminos (A Cruz da Touza).
Los estudiados en Sanabria por San José Alonso fueron realizados entre los siglos XVII y XVIII, cronología que bien puede generalizarse a los del municipio, en especial los situados en las Iglesias, al ser realizados posiblemente a raíz de su construcción entre finales del s. XVIII.
La Cruz de la Touza en Castromil, representa el ejemplo más bello, aunque de labra tosca e ingenua. Situada hoy día junto a la Fuente-abrevadero en un espacio urbano constituido por la intersección de las calles Gorgolo, Ponce y Touza, en origen estaba situada en el centro.Crucero con representación figurativa en ambas caras, de una sola pieza. En la cara anterior se representa a Cristo Crucificado, flanqueado por dos imágenes de difícil identificación debido a su erosión, pero que pueden tratarse del Calvario (San Juan y la Virgen María) o el Buen y el Mal Ladrón. Sobre Él se dispone horizontalmente la cartela con la característica inscripción INRI y debajo otra inscripción muy desgastada que parece consignar la fecha de realización.Imagen desproporcionada, de brazos excesivamente alargados y manos demasiado grandes, representada con torso frontal y piernas de perfil, crucificado de cuatro clavos. Ningún rasgo manifiesta ningún tipo de sufrimiento y el tratamiento de la anatomía es inexistente.
En la cara posterior se representa la escena de la Piedad o la Quinta Angustia, la Virgen sostiene en su regazo el cuerpo de su Hijo muerto. Si la imagen de Cristo es de una síntesis extrema ésta lo es aún más. La Virgen está rodeada de mandorla, coronada por la representación simbólica del Espíritu Santo, la paloma, y flanqueada por cabezas de ángeles. Hieratismo, frontalidad, falta de movimiento y expresividad, son algunos de los adjetivos que caracterizan la representación.Las figuras de ambos relieves se encuentran en parte desfiguradas por la erosión de la piedra provocada por el paso del tiempo. Se trataba en origen de un humilladero al estar levantada sobre gradas o escaleras, de varios peldaños, que servían para arrodillarse (humillarse) ante la cruz. Piezas que desaparecieron con su traslado al lugar que ocupa en la actualidad.
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